top of page

ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ

 

Mirad el árbol de la cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo. Venid adoremos.

 

Hermanas y hermanos: Estamos conmemorando y actualizando hoy los misterios dolorosos de nuestro Señor Jesucristo. En el santo viacrucis que hemos hecho en las horas de la mañana, en la lectura de la pasión que hicimos hace unos momentos y en esta presentación de Cristo crucificado, se cumple aquella profecía de Isaías cuando dijo: “Como cordero manso es llevado al matadero” (Is. 53, 7). En otras palabras, esta profecía era el anuncio del sacrificio de Cristo.

 

Con su sacrificio y con su sangre derramada para el perdón de los pecados, Jesucristo sella una Alianza nueva y eterna (Hb. 9, 15 ss). Es una Alianza de amor. Solamente la preciosísima sangre de nuestro Señor Jesucristo, derramada en su dolorosa pasión, tiene poder para purificar toda mancha de pecado del corazón de los hombres.

 

Después de este breve preámbulo, ahora los invito a que, con mucho respeto, con devoción y con fe, contemplemos la santa cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.

 

La santa cruz es el signo de la redención. Jesucristo fue condenado a morir en una cruz. En la cumbre del Calvario, el Hijo de Dios fue clavado en la cruz. Morir colgado de un madero, expuesto a las miradas del público, era un castigo cruel que los antiguos romanos aplicaban a los grandes criminales y ladrones. Ese mismo castigo la recibió Jesús de Nazaret como si hubiese sido un malhechor. Jesucristo, siendo inocente de toda culpa, fue condenado a morir en una cruz; y aceptó este castigo para perdonar los pecados de la humanidad y para darnos nueva vida.

 

Desde el mismo momento del sacrificio de Cristo, la cruz cambió de significado: De signo de castigo pasó a ser signo de salvación. La cruz de Cristo es el «árbol de la vida» en el que se le devuelve al hombre la vida perdida en el árbol del paraíso. Él mismo lo dijo de antemano: “El Hijo del hombre tiene que ser levantado para que todo el que crea en Él tenga vida eterna” (Jn. 3, 14). Desde la tarde misteriosa del Calvario la cruz, el sacrificio, el sufrimiento, la sangre y la muerte serán puntos de referencia para recordar la salvación de los hombres operada por Cristo.

 

La cruz de Cristo es nuestra cruz. Jesucristo cargó la cruz y subió al Calvario soportando el suplicio con la fuerza del amor. El peso inmenso que subyugó sus sagrados hombros eran todos los pecados de la humanidad. Jesucristo cargó una cruz para su sacrificio; pero esta cruz no era su propia cruz, sino la de todos nosotros. Su cruz era nuestra cruz. Su cruz era nuestra vida pesada de miserias y maldades.

 

La cruz es un signo del seguimiento de Cristo. Él lo había dicho con anterioridad: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Lc. 9, 23). Hoy todos nosotros somos los invitados a llevar la cruz, con el mismo espíritu de Cristo, en expiación y penitencia por todos nuestros pecados. Somos invitados a llevar la cruz con amor, sin quejarnos y sin llorar. Tomar la cruz y seguir a Cristo es asumir con amor y con responsabilidad nuestro compromiso cristiano, con todo aquello que nos sucede: nuestro trabajo, nuestros triunfos y nuestros fracasos, nuestras alegrías y nuestras penas. Jesucristo nos dio ejemplo de humildad y de sacrificio y nosotros hemos de seguir sus pasos.

 

La cruz es el signo que lleva a la Pascua de resurrección. Jesucristo cargó la cruz y murió en ella y por su pasión y muerte llegó a la gloria de la resurrección. Para Cristo y para todos sus seguidores, la cruz es el camino para llegar a la gloria del cielo. La Pascua que celebramos aquí en la tierra - la de la Semana Santa, la de cada Eucaristía - es un anticipo de la Pascua eterna que celebraremos en la casa del Padre, junto a Jesucristo, el Cordero inmolado.

 

Adoremos, hermanos, la santa cruz. La cruz de Cristo es necedad para los que se pierden, pero es poder de Dios para los que se salvan, dice san Pablo (Iª Cor. 1, 18). Adorar la cruz de Cristo es aceptar este poder de salvación. Cuando nosotros contemplamos y adoramos la santa cruz no exaltamos el dolor, sino el amor del Hijo de Dios que ha querido compartir nuestra vida rodeada de sufrimientos. Cuando adoramos y veneramos la santa cruz, veneramos al Señor Jesucristo y adoramos a Aquel que triunfó por la cruz y por medio de esa victoria nos llega la salvación. Con humildad y con profunda fe acerquémonos a adorar la santa cruz y digamos todos: Te adoramos oh Cristo y te bendecimos; que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Imagen2.jpg
Imagen3.jpg
Imagen7.jpg
Imagen5.jpg
Imagen4.jpg
CRUZ.png

Oficina Cr. 9 N° 10 - 34 Garagoa Cel: 310.214.49.78

© 2021 Construcción de la página de la Divina Misericordia y Wix.com

  • White Spotify Icon
  • White Apple Music Icon
  • White Amazon Icon
  • Twitter Clean
  • White Facebook Icon
  • White YouTube Icon
bottom of page