Para la gloria de Jesucristo y la extensión del Reino
de Dios en la tierra
Para la gloria de Jesucristo y la extensión del Reino
de Dios en la tierra
Monición al Pregón Pascual. Iluminados con la luz del Fuego Pascual, repasaremos la historia de la salvación. Dios, en su infinita misericordia, ha querido que todas sus criaturas lleguen a contemplar su rostro. La historia de la salvación comienza con la creación y alcanza su punto más elevado en la resurrección de Cristo. Como preparación para la liturgia de la Palabra, gocémonos con el canto del Pregón Pascual que, con su fuerza y su belleza, llega a estremecernos a todos.
Bendición del fuego - Bendición del Cirio - Procesión - Pregón Pascual
I. LITURGIA DE LA LUZ
II. LITURGIA DE LA PALABRA
Gn. 1, 1-31; 2, 1-2: Creación del mundo.
Gn. 22, 1-18: Sacrificio de Abraham.
Éx. 14, 15- 15, 1: Paso del Mar Rojo.
Is. 54, 5-14: Misericordia y amor de Dios.
Is. 55, 1-11: Promesa de una Alianza perpetua.
Ba. 3, 9-15. 32; 4,4: Caminar en la Ley y Luz de Dios.
Ez. 36, 16-28: Anuncio de una Nueva Alianza.
Rm. 6, 3-11: Simbolismo del bautismo.
Mt. 28, 1-10: Resurrección de Cristo.
Monición inicial a la Liturgia de la Palabra. Toda la liturgia de la Palabra de la Vigilia Pascual es un resumen de la historia de la salvación, desde la creación del hombre, pasando por su liberación y el anuncio de la salvación por medio de los profetas, hasta llegar al cumplimiento de las promesas en Cristo Jesús, que venció la muerte, y con su resurrección nos dio nueva vida.
La 1ª lectura de la Vigilia Pascual - Gn. 1, 1-31; 2, 1-2: Es el relato más hermoso sobre la creación del mundo. Es un himno que canta la perfección de toda la obra salida de la mano de Dios. Es un himno que canta que todo lo que Dios ha creado es bueno. Es un himno que ubica al ser humano, varón y mujer, en la cima de la creación; varón y mujer son dos seres buenos, creados por amor y para amar y bendecidos por el mismo Dios.
La 2ª lectura - Génesis 22, 1-18: Se centra en el patriarca Abraham, el padre del gran pueblo de los creyentes. Su virtud fundamental es la fe, la confianza en Dios, la obediencia total a la voluntad de Dios, la entrega de todo lo que tiene… El texto que vamos a leer es muy sorprendente para nosotros, porque Dios le pide a Abraham el sacrificio de su hijo Isaac. Las promesas que Dios hace a Abraham al final del texto suponen una inmensa bendición de todos sus descendientes.
La 3ª lectura - Éxodo 14, 15-15, 1: Muchas cosas han pasado desde Abraham hasta Moisés; el pueblo vive esclavizado en Egipto, y acaba de ser liberado por Dios de las garras del Faraón. Pero el ejército egipcio ha salido a perseguirlo y el mar les cierra el paso. No hay nada que hacer. Pero Dios, una vez más, demuestra que cuida de su pueblo, lo salva de la forma más prodigiosa; el mar se parte en dos para dejar pasar al pueblo por en medio.
La 4ª lectura - Isaías 54, 5-14: El Señor estableció una Alianza con Israel, lo hizo su esposa; y, a pesar de la infidelidad de su pueblo, Dios le perdona y jura un amor eterno. Pascua es para nosotros, el nuevo Israel de Dios, el cumplimiento de esta promesa.
La 5ª lectura - Isaías 55, 1-11: El profeta Isaías invita al pueblo a acercarse a Dios, pues sólo en Él está la verdadera vida. Dios quiere renovar con su pueblo la Alianza y garantizar así el cumplimiento de sus promesas. Dios tiene en sus manos todos los bienes y nos ofrece gratis el agua, el pan, su alianza, su Palabra.
La 6ª lectura - Baruc 3, 9.15.32, 4-4: El profeta Baruc plasma el sentimiento del pueblo judío en el destierro y el desempeño de la misión del profeta, que llama al pueblo a la conversión y hace una invitación constante a buscar en la sabiduría la respuesta al sufrimiento y a la desesperanza.
La 7ª lectura - Ezequiel. 36, 16-28: A los israelitas, exiliados en Babilonia, Dios les promete que los va a regresar a su patria; y les anuncia que derramará sobre ellos un agua que los purificará de todas sus inmundicias e idolatrías, y que les cambiará el corazón de piedra por un corazón de carne, un corazón que sea capaz de cumplir sus mandatos y de amarle a Él con todas sus fuerzas.
La 8ª lectura - Romanos 6, 3-11: San Pablo nos recuerda que, por el Bautismo, hemos sido incorporados a Cristo y participamos de su Misterio Pascual. Cristo muere en la cruz y con ello propicia nuestra muerte al pecado. Cristo resucita y su resurrección es alegría para todos ya que, por su victoria, tenemos vida eterna.
La 9ª lectura - Mateo 28, 1-10: El Evangelio contiene la gran noticia de la resurrección de Jesús. El sepulcro vacío y las palabras del Ángel son pruebas irrefutables. Las mujeres tendrán que llevar el mensaje de la resurrección a los discípulos, especialmente a Pedro.
HOMILÍA
¡Qué noche tan dichosa! Así cantábamos en el Pregón Pascual. Ésta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado; es la noche en que se une lo humano con lo divino; es la noche de Cristo y la noche nuestra; es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo; es la noche de la liberación de la esclavitud del pecado.
La noche de la Vigilia Pascual se caracteriza porque todo es nuevo. Esta es la noche de los signos nuevos; es la noche en que hemos bendecido el fuego nuevo; es la noche en que hemos encendido la luz nueva; es la noche de la bendición del agua nueva… La noche de la Vigilia Pascual es la noche del hombre nuevo. Cristo resucitado es el “Hombre Nuevo” que surge del sepulcro para hacer un hombre nuevo, un pueblo nuevo, una nueva creación. En Cristo resucitado todos tenemos vida nueva. Los niños que vamos a bautizar serán creaturas nuevas; serán una creación nueva… La novedad de nuestra liturgia de esta Noche Santa, la presencia masiva de la comunidad cristiana, la alegría y la paz que se refleja en sus ojos y en corazones… todo esto es lo que hace que esta noche sea tan dichosa.
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La fogata que hemos prendido nos recuerda el episodio de la zarza ardiendo en donde Moisés se encuentra con Dios y recibe la misión de liberar a su pueblo. El fuego representa a Dios; representa su amor, su calor, su poder y su grandeza. Ese fuego nuevo que hemos encendido es el que le ha dado la luz a este Cirio, que representa a Cristo vivo y resucitado; y esta luz inextinguible, que es Cristo resucitado, brilla en las tinieblas e ilumina nuestra vida.
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El Cirio Pascual que hemos encendido nos recuerda la nube luminosa o columna de fuego que guio a los Israelitas en el desierto a la Tierra Prometida. La nube luminosa que precede la marcha del pueblo señala una ruta en el desierto donde no hay camino (Núm. 9, 15-23). El Cirio Pascual representa a Cristo resucitado, Luz del mundo. El Cirio Pascual es nuestra columna de fuego que nos ilumina en nuestras noches oscuras y nos guía por el camino hacia la Tierra Prometida, que para nosotros es el cielo.
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El agua que hay en estos recipientes y que vamos a bendecir nos recuerda: el agua del Mar Rojo y el paso del pueblo; el agua del Río Jordán y el descenso de Cristo para recibir el bautismo; y el agua con la cual nos bautizaron a nosotros, para nacer de nuevo, para hacernos creaturas nuevas.
La Vigilia Pascual es la fiesta de la luz porque Cristo resucitado es el Sol Naciente que ilumina a los que caminan en tinieblas (Lc. 1, 7-8). Este Cirio Pascual representa a Cristo Resucitado, Luz de los hombres y del mundo. La aclamación «¡Lumen Christi!» - «¡Luz de Cristo!» que, por tres veces, resonó en nuestros oídos, al inicio de esta ceremonia, anuncia que la Luz de Cristo se abre paso entre las tinieblas del pecado y de la muerte; esa aclamación anuncia que Cristo venció la muerte y resucitó glorioso para nunca más morir. Así cantábamos también en el Pregón Pascual: “Este Lucero encendido no conocerá el ocaso”.
La Vigilia Pascual es la fiesta de la alegría porque es la fiesta del triunfo de la vida sobre la muerte. La Pascua es la fiesta de la alegría porque Cristo resucitó de entre los muertos, como primicia de los que duermen (Iª Cor. 15, 20). La Pascua es la fiesta de la alegría porque Jesucristo no está muerto. Jesucristo venció la muerte y se levantó victorioso del sepulcro. Jesucristo ha resucitado y vive entre nosotros. Jesucristo ha pasado de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida, y nos ha participado el triunfo de su resurrección gloriosa. La Pascua es la fiesta de la alegría y - por eso - en esta Noche Santa decimos con san Pablo: “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?” (Iª Cor. 15, 55). Estamos alegres porque la Pascua de Cristo es el paso de la muerte a la vida; porque la Pascua de Cristo es también nuestra Pascua; y porque "en la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida y en su resurrección resucitamos todos" (Prefacio II de Pascua). Estamos alegres y - por eso - cantamos: Aleluya, Aleluya. Cristo resucitó y de la muerte nos salvó. Aleluya, Aleluya.
La Vigilia Pascual es la fiesta de la esperanza cristiana. Cristo Jesús, vencedor de la muerte, nos da la esperanza de resucitar como Él, para la vida eterna. La celebración de la Pascua de Cristo nos asegura un final glorioso, después de la muerte y la resurrección. Este final glorioso será el encuentro definitivo y eterno con el Señor. La celebración de la Pascua en este mundo es una participación anticipada del banquete definitivo y eterno en el Reino de los cielos (Mt. 26, 29). Esta Pascua que celebramos aquí en la tierra - la de la Semana Santa, la de nuestro bautismo, la de cada domingo, la de la Eucaristía - será para nosotros la gran Pascua, el gran paso hacia la casa del Padre. “Pascua es paso, tránsito, puerta, acceso, alegría, gozo, gloria, resurrección… En definitiva, Pascua es el abrazo profundo, íntimo y real del hombre con Dios en el momento sin nombre en el que el tiempo da paso a la eternidad” (Maximiliano Calvo).
La Vigilia Pascual parte en dos la historia. La Noche Santa de la Vigilia Pascual parte en dos toda la historia humana: atrás queda el pecado del hombre, con su séquito de calamidades y fracasos; queda una humanidad vieja, caída y sometida al imperio del mal y de la muerte; quedan las lágrimas y los gemidos de tantos millones de hombres heridos por el pecado del primer Adán; queda la antigua creación sometida a las potencias del mal que la dominan. Y hacia el futuro aparece la nueva creación de Dios, la alegría recién estrenada del mundo, la humanidad levantada y reconstruida desde los cimientos, por la Piedra Angular que es Cristo, enviado del Padre al mundo para hacerlo todo nuevo; y sobre todo para hacer nuevo al hombre. La Pascua de Cristo es la base de este hombre nuevo que ha de ser todo cristiano a partir de la resurrección.
La resurrección es una vida nueva. La resurrección es la vida nueva, divina, sobrenatural, espiritual, inmortal y eterna que Cristo nos comunica por medio de los sacramentos. Nosotros hemos empezado a participar de la vida nueva de Cristo resucitado dando muerte al pecado; y lo hemos hecho a través de los sacramentos, especialmente a través del bautismo y del sacramento de la reconciliación. El bautismo y los demás sacramentos son una participación del Misterio Pascual de Jesucristo.
Al renovar en esta Noche Santa nuestras promesas bautismales - esto es - nuestra alianza con Cristo y con la Iglesia, veamos si realmente hemos sido fieles a esos solemnes compromisos y a nuestra enorme vocación de cristianos.
Al inaugurar en esta noche tan dichosa la Pascua de Resurrección, con el apóstol Pedro decimos: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que, en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva…” (Iª Pe. 1, 3 ss.).
En la Sagrada Eucaristía, que es nuestra Pascua, participamos de la vida nueva de Cristo resucitado; y en este sacramento admirable tenemos una garantía segura de que un día nos reuniremos en torno al Cordero inmolado, marcado aún con las señales del suplicio, pero que está en pie en señal de resurrección, revestido de gloria, atrayendo hacia sí a todos sus fieles (Ap. 5, 6-12; 12, 11; 14, 1-5).
Hermanas y hermanos: Cristo resucitó. ¡Aleluya! ¡Aleluya! Y de la muerte nos salvó. ¡Aleluya! ¡Aleluya! Demos gracias a Dios por todas las bendiciones que Él ha derramado en esta Semana Santa… Que la luz de Cristo resucitado brille en los corazones de todas nuestras familias. Felices Pascuas de Resurrección para todos.
III. LITURGIA BAUTISMAL
Monición: La Palabra de Dios nos ha anunciado la vida nueva en Jesucristo. Esta vida se nos comunica en el sacramento del bautismo, por el agua fecunda que nos hace hijos de Dios. El agua bendita es el símbolo que nos recuerda nuestro bautismo. Hoy la Iglesia universal mira el nacimiento a la vida cristiana de niñas y niños que serán bautizados. Así mismo, nosotros renovaremos los compromisos bautismales, como expresión de comenzar una vida nueva. El agua bendita es el símbolo que nos recuerda nuestro Bautismo.