top of page
las-siete-palabras-de-nuestro-seor-jesuc
Imagen5.jpg

“Todo está consumado” (Jn. 19, 30).

El drama del Mártir del Calvario está llegando a su fin. Los personajes que actuaron desempeñaron sus papeles con todo su realismo y crudeza y nos revelaron sus capacidades más humanas e inhumanas, desde las mujeres piadosas de Jerusalén que lloraban al ver al Nazareno, hasta los verdugos que ocupaban el lugar de los pecadores despiadados. Momentos antes de cerrar el telón, el mismo protagonista del drama, con una gran satisfacción, hace el anuncio solemne de la finalización de la obra, diciendo: “Consumatum est” - “Todo está consumado”.

 

¡Qué bueno que nosotros pudiéramos también lanzar un grito de satisfacción al finalizar una obra y al terminar nuestra vida terrena! Desafortunadamente para aquellos que hacen su propia historia a espaldas de Dios, no es así. Consumatum est - todo está consumado - se acabó todo - ya no hay nada qué hacer…, así es el comentario triste del ser humano que vive alejado de Dios; así es la actitud del hombre sin fe y sin esperanza en la vida eterna, cuando siente que sus fuerzas se desvanecen como se va muriendo la tarde cuando el sol declina. Todo se acabó, dice el incrédulo en el trance de la muerte… Pero no es este propiamente el sentido de la sexta palabra. Aquí no se trata de la historia de un hombre fracasado, sin fe y sin esperanza. La palabra de Cristo es una voz de aliento y de optimismo. Todo está consumado es un grito de satisfacción y de triunfo por el deber cumplido. Todo está consumado es una rendición de cuentas, un último balance. La obra de la salvación que el Padre celestial le encomendó al Hijo comienza en Nazaret, en el misterio de la encarnación, y llega a su plenitud, mediante su sacrificio, en el altar del Calvario. Todo está consumado es decirle a Dios y a la historia, frente a la muerte, Padre: misión cumplida.

 

Jesucristo soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores (Is. 53, 4). Jesucristo se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y una muerte de cruz (Flp. 2, 8). Aparentemente el Demonio, utilizando la ceguera, el orgullo y la soberbia de los hombres, ha desbaratado los planes de Dios y ha oscurecido el brillo de su presencia y de su amor en el mundo. Pero esta aparente victoria de Satanás es su derrota definitiva. En la muerte de Jesús, lo que realmente vence, por encima de todos los poderes del mal, es la obediencia, es la fidelidad, es el amor. El poder del mal ha sido derrotado. El enemigo del Creador del género humano ha perdido la batalla.

 

“Todo está consumado” es la constancia de pago de una deuda contraída. Jesucristo ha pagado toda la deuda que la humanidad tenía con Dios, a causa del pecado. “El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1, 29) ha llevado a cabo la total expiación del pecado de la humanidad. Con el ofrecimiento de su propia vida en el altar del Calvario, Jesucristo canceló toda la deuda. Ahora sólo se requiere que cada ser humano crea en Él, acepte sus enseñanzas, cargue su cruz cada día y lo siga por el camino de la vida eterna.

 

Todo está consumado”. Todo está acabado a la perfección. Jesucristo hizo todo lo que el Padre celestial le encomendó. Jesucristo proclamó el Evangelio del Reino de Dios e hizo el llamado a la conversión. Jesucristo fundó su Iglesia e instituyó los santos sacramentos. Jesucristo fue ejemplo de misericordia y de perdón; fue ejemplo de amor y de paz; fue ejemplo de humildad, de obediencia y de fidelidad; fue ejemplo de oración; y al final de sus días ofreció su propio sacrificio para la remisión de todos los pecados. Jesucristo todo lo hizo bien, hasta entregar su misma vida y derramar su propia sangre para lavar las manchas de la humanidad y reconciliar a las criaturas con el Creador. “Por su sangre hemos obtenido la redención…” - nos dice san Pablo (Ef. 1, 7). La obra de Cristo estaba terminada… y sus discípulos serán sus testigos. Ellos y sus sucesores - y todos nosotros que somos su Iglesia - estamos llamados a prolongar esta obra hasta el final de los tiempos.

 

Jesucristo nos encomendó la tarea de la extensión de su Reino en el mundo… y nos trazó un camino con una meta en la ciudad santa de Jerusalén, símbolo de la mansión eterna del cielo, que es nuestra verdadera meta hacia la cual vamos peregrinando. Sigamos, hermanos, el ejemplo de Cristo, hagamos bien la tarea, y realicemos nuestros trabajos con amor y con responsabilidad, para que - al final de nuestra peregrinación por el mundo - podamos decirle también al Padre celestial: Misión cumplida.

 

Oh buen Jesús: Todas las profecías se cumplieron en ti. Naciste de una Virgen; predicaste la Buena Nueva a los pobres; hiciste ver a los ciegos, andar a los cojos, y a los leprosos los curaste. Como cordero manso fuiste llevado al matadero; tus enemigos te rodearon y te odiaron sin razón; tu lengua se te pegó al paladar por la sed que padeciste; repartieron tus vestidos y sortearon tu túnica; taladraron tus manos y tus pies y se podían contar todos tus huesos (Is. 53). Todo se cumplió. Completa estaba tu obra redentora. Cumplidas estaban todas las profecías; tan solo faltaba la última y la más gloriosa de todas, aquella de que tu cuerpo no permanecería para siempre en el sepulcro, sino que resucitaría al tercer día. Oh buen Jesús: Permite que también nosotros imitemos tu ejemplo y al final de nuestra vida en este mundo podamos decir como Tú: “Consumatum est” - “Todo está cumplido”. Amén.

Oficina Cr. 9 N° 10 - 34 Garagoa Cel: 310.214.49.78

© 2021 Construcción de la página de la Divina Misericordia y Wix.com

  • White Spotify Icon
  • White Apple Music Icon
  • White Amazon Icon
  • Twitter Clean
  • White Facebook Icon
  • White YouTube Icon
bottom of page