Para la gloria de Jesucristo y la extensión del Reino
de Dios en la tierra
Para la gloria de Jesucristo y la extensión del Reino
de Dios en la tierra
Primera Palabra
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc. 23, 34).
“Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”
(Jn. 13, 1).
Esta frase célebre del cuarto Evangelio es una síntesis perfecta del Misterio Pascual de Jesucristo, particularmente de lo acontecido el primer Viernes Santo. Jesús de Nazaret fue quien nos amó, hasta el extremo de dar su propia vida por nosotros. A Él hoy le llamamos el Mártir del Calvario; y por Él estamos aquí: porque Él es la persona más importante en este lugar; porque Él es el Rey de reyes; porque Él es el Hijo amado del Padre celestial, a quien hay que escuchar (Lc. 9, 35). Jesús de Nazaret es el Mesías Redentor; Él es el “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1, 29; Él es el Cordero Pascual que ofrece su vida en el altar del Calvario, para perdonar los pecados de la humanidad y para salvarnos a todos. Con palabras de la Carta a los Hebreos, Jesucristo - Sumo y Eterno Sacerdote - penetró en el santuario celestial para sellar con su propia sangre una Nueva Alianza (Hb. 9)… Y su testamento que Él nos dejó antes de morir fue el mandamiento nuevo de amarnos unos a otros como Él nos ha amado, y sus siete palabras de amor y de vida eterna que proclamó desde la cruz.
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, nos enseña a amar y nos enseña a perdonar; nos enseña con autoridad, de palabra y de obra; y nos enseña que allí donde hay amor también hay perdón. Por eso, en su primera palabra de la cruz, Él se comunica con el Padre celestial para implorar perdón para sus enemigos. El Divino Maestro había dado, de antemano, hermosas enseñanzas sobre el perdón; pero lo más importante es que Él mismo es ejemplo de perdón. Una de sus primeras enseñanzas sobre este tema la encontramos en el Evangelio según san Mateo, en la oración del Padre nuestro, en esa petición que dice: “Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt. 6, 12). Y la última, la más importante, la enseñanza final sobre el perdón, es esta primera palabra de la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. El perdón es el primer acto del drama del Mártir del Calvario.
Cristo, el hombre más ofendido en su dignidad y el más lesionado en sus derechos, con sus brazos extendidos en la cruz y su mirada hacia lo alto, como uniendo la tierra con el cielo y las criaturas con el Creador, desde lo más profundo de su alma responde a todos sus adversarios y a sus diversas formas de violencia con una palabra de perdón. ¡Qué noble es Cristo! ¡Qué heroica su actitud! ¡Qué bellas son sus palabras de perdón y de disculpa! En el corazón de Cristo no hay odio, no hay rencor, no hay deseos de venganza. En el corazón de Cristo sólo hay amor y perdón.
Esta primera palabra es una súplica sublime en la cual Jesús implora el perdón para sus enemigos, para los responsables de su muerte. Jesús no quiere que caiga sobre ellos el peso de la justicia divina; sólo quiere el perdón y lo implora a su Padre con una desconcertante disculpa: “No saben lo que hacen”.
¡Qué ejemplo tan grande el que nos ha dado Jesucristo! Sus sentimientos de compasión expresados en su primera palabra de la cruz indican el comienzo de un mundo nuevo, de una raza de hombres nuevos, de hombres que no odian, de hombres que saben perdonar, de hombres que saben disculpar a sus enemigos.
El perdón es la medicina espiritual propia para sanar corazones enfermos. Esta medicina sanará aquellos corazones envenenados por los resentimientos y el odio; y sanará también los corazones heridos y destrozados por acciones agresivas de gente sin compasión. El perdón es un remedio poderoso para erradicar el odio, el egoísmo, el deseo de venganza, y para derrotar la violencia. El perdón derriba los muros que separan a los seres humanos. Así los enemigos pueden estrechar sus manos. El perdón es un medio eficaz para la convivencia conyugal, familiar y social. El perdón nos hace libres y es fuente de paz, de amistad y de fraternidad entre los hombres.
No es nada fácil perdonar a los enemigos, pero tampoco imposible. Si seguimos el ejemplo de Cristo aprenderemos a solucionar los conflictos por la vía del perdón, y aprenderemos a vivir todos en comunión de amor, como buenos hermanos y como verdaderos amigos; porque como decía muy bien el ilustre orador sagrado, Monseñor Augusto Trujillo Arango: “Todo hombre es mi hermano; y agregaba: El hombre hermano, el hombre amigo nace en el Calvario”. Y hablando del amor y del perdón en la familia, el Padre Zezinho nos dice cantando: “Que marido y mujer tengan fuerza de amar sin medida, y que nadie se vaya a dormir sin buscar el perdón…”.
Hermanas y hermanos: A las ofensas recibidas y a los males que nos hagan, no respondamos con la ley del talión. No acudamos a la ley de la venganza. No devolvamos mal por mal. Jesucristo nos ha enseñado en su Evangelio que hay que perdonar las ofensas, y amar a los enemigos, y orar por ellos (Mt. 5, 44); y en la cruz Él mismo nos ha dado ejemplo. Aprendamos, hermanos, esta primera enseñanza del Mártir del Calvario y pongámosla en práctica. Hagamos el esfuerzo, el sacrificio y la obra de caridad de pedir perdón por todas las ofensas cometidas y de perdonar siempre, de palabra y de obra, a los que nos ofenden, para que también el Padre celestial perdone nuestras ofensas.
Dichosos los que en esta tarde están escuchando con atención el mensaje del perdón; y más dichosos todavía los que lo van a poner en práctica. Que el ejemplo de Cristo nos conmueva y que, en adelante, nadie se vaya a dormir sin buscar el perdón. Y bendito sea Jesucristo por esta primera palabra de la cruz, prenda de amor y de eterna salvación.
Oh buen Jesús: Por tu palabra de perdón que proclamaste en el Calvario: Ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Oh buen Jesús: Enséñanos a orar; enséñanos a amar como Tú; enséñanos a perdonar como Tú, a disculpar como Tú; si es posible hasta morir, pero siempre perdonando. Amén.